Y me adentro en el
mar, no me intimidan las olas,
Porque ellas, mis
confidentes, tienen de mi amor su aroma.
No importa si no
retorno, si desolada queda la playa,
Pues más allá del
horizonte, he de encontrarte, mi amado.
Será el abismo
testigo, de la unión dos amantes
Que como promesa de
amor se fundieron en el agua.
Bañados los cuerpos
de sal y revestidos de alga,
Profesándose bendita
pasión
Hicieron un pacto
eterno
Glorificado por el
Señor.
¡Que venga a nuestro
encuentro la muerte!
Juntos hemos de
esperarla,
Abrazados y
besándonos,
Pues si hemos de
marcharnos
Será asidos de las
manos, y estrechándonos los labios.
Apasionado poema nos presentas, amiga. Pienso que amas mucho a la mar —es una de las cosas que compartimos—. Siempre es un gusto leerte.
ResponderEliminarBeso
Uf muchísimo, Pichy, por eso cuando me retiré iré a vivir a un pueblo con mar, jamás regreso sin antes escribir un poema, este es uno de ellos. Gracias, mi gran amigo, besos!!!
EliminarInmolarse por amor debe ser uno de los hechos más extremos de amar pero dramáticamente románticos, recuerdo a Romeo y Julieta... Tus versos se explayan y se enroscan por tanto sentimiento. Bravo por el amor y las fantasías que de el afloran y nadan en el océano del alma.
ResponderEliminarUn abrazo querida Myriam, que Dios guarde tu sensibilidad y tu don tan lindo.
Muchísimas gracias, Paty! Te diré que hace tiempo que dejé de inmolarme por amor, es sólo ficción. Besitos, gracias por la visita.
EliminarAbrazo infinito mi querida Miriam.
ResponderEliminarGracias por tu visita, Eli, besos!
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